Mi café y mis tostadas.
¡Pobre vida!
Afuera sedas y colores.
Pasan las nalgas claudicantes.
Digo: el lujo
guarda el negro misterio
del pecado.
Los libros,
no de versos,
sí de cálculo.
Ah, siglo atroz.
La vida nos envía
olas de juventud.
Y fragorosos choques
rompen la bella carne,
el alma aligera.
Se acabó mi café.
Hay un retazo de cielo.
Una corola toda azul
empapa la ciudad.
Salgo de mí.
Sigo a mis pies.
Mi corazón se llena
de bellos rostros.
Hay una alegría brutal.
Y, sin embargo, estoy muy triste.