II

TRISTAN el niño recorre
un mundo sumerso en su alma:
maravillado contempla
sus mágicos panoramas;
su helada frente de muerto
sueña dominios de nácar;
¡qué hermosos sus verdes ojos!
y en ellos, un reino de hadas
cubierto de herrumbre y sueño
gira siniestro en la nada;
allí el silencio es un bosque
de ruiseñores, y un arpa
en el abismo es el mar;
para él los hombres y casas
flotan y crecen abajo;
la luna es como una espada
cortando el día y la noche;
sobre él la tarde y el alba
pasan cual ángeles ebrios;
le azota el viento con alas
de gigantescos halcones;
rodando bajo sus plantas
huyen como aros los ríos;
¡ay, de Tristán que ya no habla!

En el estío sus sienes
roen cornejas y ratas…

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