Follaje de una arcadia en que el ventorro
se aplica al ósculo y al parloteo;
tiene como juglar al abejorro,
de corazón al trébol y al gorjeo.

Sobre el lagar de farfullantes hojas
descubre el paraguay de su nimbo argéntico;
dentro de encintan pancas barbirrojas
y prohíjan choclos a la perla idénticos.

Tentado el utoscuro por la esencia
láctea de la pulpa azucarada,
le entra y en él instaura su morada.

Y al declinar la augusta inflorescencia,
las cañas, como en ritos evangélicos,
bríndanse al paladar en chorros mélicos.

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