En valles y caminos y hontanares
serranos, se alza, con blancura suma,
la arbolería gris de los quisuares:
rasos de nieve blanda o flor de espuma.

Nos habla, en honda y silenciosa plática,
del alba que le espolvorea cierzos,
del véspero que le echa mieles áticas
y el viento que le arrulla con sus versos.

Se yergue hacia lo azul, sin petulancia.
Grata es su imagen de pastor al cielo.
Mirándolo, repliéganse las ansias.

El indómito acero pareciera
que se hubiese trocado en terciopelo
o en blancos copos de una blanca hoguera.

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