Entre los falderíos y las veras
dispónense risueñas, las retamas.
Vestales núbiles de incaicos eres,
lucen oros de sol sobre sus ramas.
Sugiere el gualdo florecer un río
callado y soñador y en mansedumbre.
En ancho serpenteo y desvarío
recorre el camino derramando lumbres.
Flores, de tanto florecer sin cuento,
semejan mariposas a millares
sobre los blandos húmeros del viento.
Y uncioso, fragantísimo, enervante
se alza el aroma del jardín de azahares
como un divino efluvio de bacantes.