V

Nomás, David, me des tu voz, tu aliento,
tu arpa divina, el salmo que ensalmaste,
para elevar la mía al que elevaste
y así aspirar opción en su aposento.

No, rey, tu cetro, sólo el instrumento,
que lo untaré de amor como lo untaste;
perfumárelo en rosas, y él me baste
para expresar mi humilde valimiento.

Nomás me des, David, siquiera el eco
de lo que fue sublima en ti, que peco
de alta solicitud, siendo guijarro.

Si es mucho mi pedir, si mi locura
pretende tanto, si a tu voz procura,
devuélveme, oh, profeta, hacia mi barro.

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