El ruido de las fábricas estropea los versos del viento.
He cortado la lectura. Una rama me rozó la frente.
Fue una caricia pura en la que se disolvió mi alma.
El único dios que sobrevivirá a todos los tiempos
será el hombre primitivo que inventara el beso.
¿Habéis pensado en ello? ¡Ah, el dulce contacto!
A veces me siento un manantial perdido en el desierto.
Entonces mi tristeza es infinita y blanca como la arena.
Vestido así, en ropa de burgués, impío y torpe,
soy sólo un mar, un loco mar envuelto en trapos.
Amo los bordes de la noche –lila suave, dulce violeta-
que traspasan mis ojos con sus vidrios de sol y luna.
Yo a todos invito a detenerse y a no morir de prisa.
Les digo que hay una sola religión: la poesía.
Todos están enfermos de cordura y sensatez: ¡pobres diablos!
Pero yo sigo los pies de cristal del agua,
pero yo sigo las alas de lirio de la nube,
pero yo sigo la voz sacerdotal del viento.