3.

Ulises, compartamos el deleitoso oficio.

¿Por qué a deshora viene tu navecilla inerme?
Yo quiero ver la hermosa deidad que en ella duerme,
Mas no tocar su cuerpo que es todo maleficio…

Un instante aunque quede mucho, sordo, invidente…
Así me traspasare su fuego o hielo el pecho.
Por más sutil que fuere su luz quiero, a despecho
de todo, ver y amar su brillo solamente.

Ella bogó en los mares entre lotos y espuma.
Ella llevó en las noches extraños peregrinos
que no volvieron del país de la bruma.

Ella bebió la sangre de los efebos, ella,
los embriagó de mieles, de rosas y de vinos…
¡Ay, Ulises, la eterna e intocada doncella!

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