A Ricardo Tello

Todo silencio sabe dónde está algún hombre
muriéndose empapado de su sangre.
¡Ay, no responde el viento dónde acumuló sollozos,
ni sabe el sol cuándo secar tanto mar de lágrimas,
ni el recodo relata de la mujer violada
ni dice el sol se oculta de vergüenza
ni dice el hierro nunca de que modo magulla víctimas,
nadie sabe como entre códigos se ató la libertad,
ni saben qué pupitres son cómplices en donde pactan
la muerte y los patrones disfrazados de hombres,
ni dice la probeta que es escondrijo de la muerte,
ni llora el pan, ya tiene la costumbre
de llegar a destiempo y halla los labios apretados
a un racimo sanguinolento de saliva.

La palabra quemada por la pólvora ¿de qué vale?
La mirada en suicido de una lágrima ¿quién sorbe?
Y la noche desquijarando a un fugitivo,
la gota de sudor no redimiendo el hambre de la célula
y la herida atareada de gusanos para siempre,
para siempre atareada de gusanos, para siempre.

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