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SOBRE una rosa celeste
reposa el alma del niño.

Ahora es la mariposa
con alas de humo y de vino.

Su aroma, aroma de sueño
más que de almizcle y de mirto.

Con el rubí de su sangre
Dios ha teñido los lirios.

Palpita su tierna risa
en los áureos caramillos.

¡Ay, niño, tu frágil cuerpo
sobre las hierbas extinto!

Están llorando en el bosque
alondras, búhos y grillos.

Llora tu palo de escoba,
llorante tus soldaditos.

¡Ay, niño, tus bucles de oro
son ya los musgos de estío!

De tus sueños derribados
huyen los gnomos y silfos.

Y vuela desde tu pecho
un ángel al paraíso.

Niño, de tanto ser niño,
Dios se ha quedado contigo.

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