V

MENUDOS son de esta niña
los pies, menudos, joyeles
que el aura besa entre cánticos;
desde ellos divinamente
álzase esbeltas columnas
de nácar resplandeciente…

Decid, zagales, ¿qué ritmo,
qué fuego diáfano es ese
de súbito congelado
así de núbil y leve?

Decid, ¿qué dios la custodia?
¿qué es esa luz que la envuelve?
¿es halo o alas de lirio
que entre sus hombros florece?

Estáse sobre la tierra
entre rebaños y mieses;
más dulces que cielos dulces
gobiernan sus ojos verdes:
¡ay, verdes y alimonados
ojos que a mi alma se beben!

Al verla zagalillos
¿por qué será que enmudecen?
Mi amada, mi zagalilla,
extraña flor de oro y nieve…

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