Pero estoy obligado a perdonar al que me afrenta,
al que me hace comer el dolor en forma de pan,
al que me hace beber la hiel en forma de ira,
al que pasa sobre mi cuerpo en forma de horda.
Y perdono. Es dulce y hermoso este gesto sencillo.
Mi corazón es un cáliz rebosante de lágrimas.
Del fondo de mi odio nace mi amor y me redimo.
La blasfemia, al tocar mi boca, tórnase en rosas.
El rayo que me ruge adentro ilumina mi cerebro.
Me disuelvo en dulzura y quiero abrazar a todos.
Me echo en la tierra y beso el polvo de mi ancestro.
Una cálida fuente se desliza a lo largo de mi alma.
La víbora de la angustia abandona mi corazón.
Un aroma sagrado florece al borde de mis sienes.
Una flor de perdón exhalan mis húmedos labios.