El sol, al agonizar, muerde las alas de la noche.
Rápidamente atraviesa mis sienes una mala idea.
Doy al viento mi silbido, mi rostro a la sombra.
Estoy empeñado en segar las rosas del ocaso.
El Tiempo, sí, señores, es el único guerrero invencible.
Las sombras escondiéndose siempre detrás de los árboles.
Ella, la que pasa, es un verso mío o un matiz de Renoir.
Decidme: ¿no es verde el color de la alegría?
En un banco, un anciano, las manos sobre el bastón,
mira, no fuera sino dentro, cómo se derrumba
su vieja edad. El moho cubre todos sus recuerdos.
Rumores, a los lejos, de la Appassionata de Beethoven.
¿No abrís, tarde, vuestros rojos mausoleos para llevarme?
La sombra, por enseñarme a leer en la noche
entra por mis ojos y la sé luminosa y hasta tiene un aroma.
(Siento ganas de descalabrar a alguien con una piedra).
Ando colérico por mi inadaptación en la vida.
Siento un desprecio superlativo por todo y por nada.
En el Perú la crítica tiene mucho de vampiresa.
(Conozco un sinnúmero de lacayos que pululan en los diarios).
¿Os gusta el vino del Rhin? Tiene un dulzor de estrellas
y corre por la sangre como un fuego walpúrgico.
Yo miro las aves hundirse en las ruinas del crepúsculo,
Respiro, cuando amanece, el perfume de los naranjos.
Me echo, desnudo, cara al sol, y las hormigas me invaden.
Las sombras rumian las secas hierbas del ocaso.
Me puse a pensar y mi pensamiento fue una araña
que tejió sus hilos hasta enredarse en los astros.
Quisiera explicarme: todos los días le tuerzo el cuello
a la lógica y ella me retuerce el cerebro.
Quisiera decir lo más bello y me siento una bellota.
Habláis discursos para ofrecer la paz al mundo.
(Buen negocio. ¿Verdad? Los yanquis pagan en dólares)
¿De qué hablaré yo que estoy en guerra permanente?
Guerra contra mi sed, contra mi hambre, contra mi nada.
Quisiera ser un pontífice o un jerarca soviético
sólo por ahorcar a todos los ladrones del mundo.
Yo, dentro de una nueva inquisición, los quemaría vivos
y arrojaría al viento sus cenizas, sus leyes, sus códigos
y haría demoler sus palacios y prostituir a sus esposas.
¿Por qué están ellos exentos de probar la horrible cicuta?
(Hace tiempo que mis fuegos ocultos buscan un cráter en mi palabra)

Entradas relacionadas

Deja una respuesta