VIQue me prestes, Sor Juana, yo querríatu lira de oro de sutil sonidopara decir, a quien me tiene heridode ardiente amor, la voz del alma
Categoría: Poesía
VIDías de infinita placidez. Oh mesesde barbecho y siembra y florescencia gualda.Los borricos iban cargando a la espaldatercios de tubérculos o parvas de mieses. Moría
XXXIIIEs la piedra que sufre y que modulahasta alcanzar la voz de la plegaria…El fuego que se encrespa y que se ondulahasta hacerse radiante luminaria…
XXXVDel enigma que envuelve las cosas, quiero hablar.,Estoy en permanente transmutación y acecho.Lanzo mi cuerpo en tierra y, descubierto el pecho,oigo latir el mundo cual
IVTodas las mañanas, cual un pajarillo,salta mi alma al campo, se abre y se renueva;recoge el aroma fresco de la gleba,del cielo el color, del
Nunca el mármol había logrado hacerse lumbrey ser para los siglos cual lámpara votiva;y lo tenéis allí como una luz activailuminando España desde su excelsa
No eran piedras sino aves dorándose en el fuego.Eran piedras y no aves de alabastro o granito.les crecieron las alas ansiosas de infinitoy en la
Casas malabaristas jugando al borde mismode las abiertas fauces del abismo. Saltando desde el cielo,quieren trepar a los altos murallones del cielo;en su afán obsesivo
Yendo de Santander a tierra vasca,me acuerdo de Pereda, el novelista;en Bilbao de Unamuno, el ensayista…Fue céfiro ese y este fue borrasca.Hay un viejo barbudo
IV Desvanecióse de pronto – como una estrella en el albaLloraron hierbas y ríos – el zorzal y la torcazaMoguer, vestido de invierno –bajo los